Sólo en el año 2008 se batieron más de 100 marcas mundiales en la natación de piscina olímpica (de 50 mts.). No es una coincidencia que se hayan concentrado tantas plusmarcas justo en el año solar de los juegos olímpicos de Pekín. La cercanía del máximo evento deportivo del orbe motivó a los mayores fabricantes de trajes de natación a emplear tiempo, dinero y talento humano, para desarrollar unos trajes de baño hiper-tecnológicos que ayudaran a eliminar las dificultades primordiales de los nadadores en el agua: la resistencia y fricción del agua y la flotabilidad (que muchos recordamos en la universidad por ser el Principio y Ley de Arquímedes). Trajes que recubren desde el cuello hasta los tobillos. Materiales aislantes entre la piel del atleta y la fibra del traje de baño que prácticamente los mantiene “a flote” sin nadar. Fibras que repelen el agua y disminuyen la fricción de la misma. Todas esas bondades hicieron dudar de la real capacidad de los atletas al batir las marcas, poniéndolas en tela de juicio y preguntándonos que porcentaje era mérito de los “tiburones”. En mi opinión personal, las marcas logradas en pruebas de medio fondo y fondo (desde 400 hasta 1500 mts) son atribuibles mayormente al nadador que a su traje, ya que al final la resistencia y la potencia se imponen. Mientras que las pruebas de velocidad (desde 50 hasta 200 mts) el “peso específico” es viceversa. Aquí, las centésimas de segundo que se pueden limar gracias a esos trajes es impresionante. No en balde, el 75% de las marcas que se batieron desde el advenimiento de los super-trajes, proviene de pruebas de sprint.
Las mayores compañias fabricantes (Speedo con su famoso Lzr, Arena y Adidas) han hecho una guerra tecnológica para imponer al mundo sus caballitos de batalla, y así incrementar su rentabilidad en este nicho de mercado. Un super-traje cuesta en promedio 400 euros. La idea era que cada padre corriera a comprárselo a su hijo, ya que como no había vetos en la mayoría de los países, una competencia podía ver en la partida trajes tradicionales contra super-trajes. Y eso disminuía el chance de victoria de los menores al partir en desventaja. Aquí estaba la otra ganancia de las multinacionales: dado que son trajes que van muy ajustados al cuerpo, y cada anatomía es distinta, ellas ofrecían vender trajes “a la medida de cada persona”. Interesante cierto?
Como es posible, por ejemplo, que el récord mundial de los 100 metros libres estuvo en manos del ruso Popov por varios lustros, y justo meses antes de los Olímpicos las marcas fueron abatidas continuamente. Hasta que hace pocos días, el francés Bernard se convirtió en el primer humano en bajar de 47 segundos la distancia. De paso, esta marca aún no ha sido homologada por la FINA (Federación Internacional de Natación).
Ante todo este desastre, a principios de este año la FINA fijó los nuevos parámetros para los trajes. Ya no pueden cubrir el cuello ni tobillos, no pueden tener un espesor de más de 1 milímetro ni contener los materiales aislantes “misteriosos”, no pueden ser hechos “a la medida”, y tampoco se pueden llevar puestos 2 o más trajes. Pero las medidas serán efectivas a partir de Agosto, luego de concluidos los mundiales de natación en Roma. Como decir “que en los mundiales continúe el festival de récords, y luego veremos que nos inventamos”. Entendemos que la Federación desee convertir a la natación en un deporte más tecnológico y mediático (o sea, más rentable), pero creemos que esta no es la manera de hacerlo. El epicentro de esta maravillosa disciplina son sus atletas -con su talento y mística- y no los trajes que usen, como se ha querido desviar últimamente. Pero los atletas de verdad, no los de dudosa procedencia como los franceses de la velocidad, todos con masas musculares imponentes cuando hace pocos meses no podían ni acercarse a las marcas que efectúan ahora. La natación de alta competencia es un deporte de entrenamiento duro (6 horas al día), y las mejoras en un atleta se aprecian gradualmente con los años y con su constancia. No en pocos meses. Un ejemplo de ello es el italiano Rosolino (récord de 60 medallas internacionales a lo largo de su carrera), que se ha mantenido en la cúspide desde 1994 hasta la presente. O como el mismo Popov, de quien Rosolino afirmó: “Salía a la piscina con un pequeño short y un traje de baño tipo slip, y con eso batía todos sus récords, que luego duraron tanto”. Esa es la natación que queremos volver a ver. No de “oportunistas” del momento solo para abultar el medallero de unas Olimpíadas.
Hasta una próxima entrega, saludos!!!
Las mayores compañias fabricantes (Speedo con su famoso Lzr, Arena y Adidas) han hecho una guerra tecnológica para imponer al mundo sus caballitos de batalla, y así incrementar su rentabilidad en este nicho de mercado. Un super-traje cuesta en promedio 400 euros. La idea era que cada padre corriera a comprárselo a su hijo, ya que como no había vetos en la mayoría de los países, una competencia podía ver en la partida trajes tradicionales contra super-trajes. Y eso disminuía el chance de victoria de los menores al partir en desventaja. Aquí estaba la otra ganancia de las multinacionales: dado que son trajes que van muy ajustados al cuerpo, y cada anatomía es distinta, ellas ofrecían vender trajes “a la medida de cada persona”. Interesante cierto?
Como es posible, por ejemplo, que el récord mundial de los 100 metros libres estuvo en manos del ruso Popov por varios lustros, y justo meses antes de los Olímpicos las marcas fueron abatidas continuamente. Hasta que hace pocos días, el francés Bernard se convirtió en el primer humano en bajar de 47 segundos la distancia. De paso, esta marca aún no ha sido homologada por la FINA (Federación Internacional de Natación).
Ante todo este desastre, a principios de este año la FINA fijó los nuevos parámetros para los trajes. Ya no pueden cubrir el cuello ni tobillos, no pueden tener un espesor de más de 1 milímetro ni contener los materiales aislantes “misteriosos”, no pueden ser hechos “a la medida”, y tampoco se pueden llevar puestos 2 o más trajes. Pero las medidas serán efectivas a partir de Agosto, luego de concluidos los mundiales de natación en Roma. Como decir “que en los mundiales continúe el festival de récords, y luego veremos que nos inventamos”. Entendemos que la Federación desee convertir a la natación en un deporte más tecnológico y mediático (o sea, más rentable), pero creemos que esta no es la manera de hacerlo. El epicentro de esta maravillosa disciplina son sus atletas -con su talento y mística- y no los trajes que usen, como se ha querido desviar últimamente. Pero los atletas de verdad, no los de dudosa procedencia como los franceses de la velocidad, todos con masas musculares imponentes cuando hace pocos meses no podían ni acercarse a las marcas que efectúan ahora. La natación de alta competencia es un deporte de entrenamiento duro (6 horas al día), y las mejoras en un atleta se aprecian gradualmente con los años y con su constancia. No en pocos meses. Un ejemplo de ello es el italiano Rosolino (récord de 60 medallas internacionales a lo largo de su carrera), que se ha mantenido en la cúspide desde 1994 hasta la presente. O como el mismo Popov, de quien Rosolino afirmó: “Salía a la piscina con un pequeño short y un traje de baño tipo slip, y con eso batía todos sus récords, que luego duraron tanto”. Esa es la natación que queremos volver a ver. No de “oportunistas” del momento solo para abultar el medallero de unas Olimpíadas.
Hasta una próxima entrega, saludos!!!
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